El elemento que te va a aportar la esencia de tus obras y el
Imagina un elemento intangible que te acompaña en cada trabajo y que te susurra al oído cómo resolver este o el aquel concepto en cualquier soporte, material, composición o técnica. Obra tras obra, año tras año; siempre está contigo y nunca deja de sorprenderte, de abrigarte y dotarte de elementos creativos para que resuelvas sus infinitas posibilidades plásticas, compositivas y estructurales.
¡Increíble! ¿verdad?, pues es más real de lo que imaginas. Yo lo tengo desde…, ya olvidé esa fecha. Y es algo que nunca te abandona, siempre está ahí y puedes usarlo una y otra vez. Es inagotable. Ese «elemento» es la Idea Rectora, que al plasmarse en tus obras podrá ser visible y reconocible a través de tu Estilo Personal. Una manera de concretar ideas que lo cubre todo, lo asimila todo.
Por otro lado, el Estilo Personal es la Idea Rectora plasmada en tus obras. Es la «manera de hacer» que forja todo lo que realizas, el que genera todos tus caminos creativos, los equilibrios compositivos, los fondos casi vacíos en los cuadros, las líneas tridimensionales de las esculturas monumentales… Todo.
Si llevas un tiempo trabajando y las obras se acumulan…, puede suceder incluso que ya tengas un Estilo Personal –o retazos de él en diferentes obras–, ¡y que no lo reconozcas! En una situación así, tener a alguien que te habrá los ojos te puede cambiar la vida, creativamente hablando. Te ayudará a ver qué elementos son válidos y soportan tu estilo y cuales lo desdibujan y desvirtualizan.
Pensar que por tener el estudio montado, el caballete con el lienzo y los óleos a tu lado, puedes pintar un cuadro, es tan ridículo como sentarse frente a un piano y decidir tocar una melodía sin saber nada de solfeo.
Alguien podría decir que en pintura basta con ponerte un jarrón con flores o mirar por la ventana para copiar en el lienzo lo que ves y que, con una cierta sensibilidad y agallas para continuar manchando el blanco de la tela, al final sale algo reconocible. Esa misma persona podría afirmar que, sin saber si la obra está bien o mal, no tienes más que subirla a Facebook y seguro que una docena de seguidores dirán que es maravilloso.
Tener tu Idea Rectora no es algo que se compre en la tienda de materiales de bellas artes. No está junto a los pinceles de pelo de oreja de buey. No. Para conseguir llegar hasta ahí vas a necesitar que las ideas, reflexionadas o instintivas, hayan formado una montaña sólida y estructurada de obras en tu taller, de cuadros, grabados, dibujos, proyectos para instalaciones o esculturas de cualquier tamaño.
La Idea Rectora es aquella capaz de alimentar tu creatividad durante años y años –durante muchas horas diarias– y proveer a tus obras de aquello que los demás llamarán tu Estilo Personal. Puede ser cualquier cosa, algo genérico o un simple detalle. El Estilo Personal más extraño que he llegado a ver fue en 1993:
En la Feria del Grabado SAGA 93, en el Grand Palais de Paris, me invitaron a participar en una exposición y demostración de grabado en el Stand de la Fundación Peter Stuyvesant. Al pasearme vi a un artista, con el pelo cano, que estaba sentado en el centro de un espacio en el que todo a su alrededor –suelos, paredes y techo– estaba cubierto por pechos de plástico color carne, llenos de puntitos rojos. Entré y le hice algunas preguntas. Las obras eran espeluznantes y dignas de un loco, sin embargo él llevaba toda su vida con ese lenguaje. Sin ningún tipo de duda, nadie podía saber más sobre los aspectos técnicos, expositivos, intelectuales y estéticos de los pechos de plástico con puntitos rojos. Evidentemente, con su Idea Rectora generaba ese Estilo Personal y había conseguido llegar hasta allí con él.
En mi caso es más simple. Aunque no tengo uno solo, mi Estilo Personal más reconocible es la conjunción entre curvas y rectas y cómo esta combinación se aleja o se acerca a las líneas anatómicas reconocibles.
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